Mucha tecnología para la transición ecológica, pero poca mano de obra. Uno de los grandes temores de los campesinos en Iberoamérica es que nadie les suceda en el campo, ya que sin políticas e incentivos, la migración de los jóvenes a la ciudad se convierte en el plato de cada día.
«Tenemos una preocupación de algo que nosotros llamamos ‘sucesión rural’: quién va a suceder las propiedades de aquí a 10, 15, 20, 30 años», afirmó el campesino familiar brasileño Alberto Broch, presidente de la Confederación de Organizaciones de Productores Familiares del Mercosur Ampliado (COPROFAM).
Indicó que los países de la región iberoamericana no cuentan con «políticas de incentivo» para hacer esa transmisión generacional: hay un «contingente grande de jóvenes que quiere permanecer acá, pero no puede porque no tiene políticas, no tiene acceso a la tierra, no tiene acceso a tecnología…», aseveró desde el pabellón de la Naturaleza en la Cumbre del Clima COP28, en Dubái.
Migrantes climáticos entre las familias de campesinos
Para el agricultor y líder comunitario José Ángel Coto Hernández, de El Salvador, la clave está en que los gobiernos fortalezcan la agricultura familiar, que haya «políticas públicas donde el agricultor se sienta parte» y donde te «garanticen que vas a crear iniciativas económicas rentables que te van a generar empleo en el territorio rural y que atraigan a los jóvenes», afirmó.
«Los jóvenes necesitan algo para hoy. Los jóvenes no tienen el mismo pensamiento que nosotros», reclamó Hernández, que en los últimos años ha ocupado el cargo de presidente de la Confederación de Federaciones de la Reforma Agraria Salvadoreña (CONFRAS) y la representación regional del Programa Regional de Diálogo Rural (PDRR).
Estos jóvenes son migrantes climáticos, ya que «la tierra ya no está produciendo igual, entonces la familia opta por que el hijo pueda marchar afuera. Los jóvenes salen a buscarse fuentes de trabajo», aseguró Mariela Melgar, mujer indígena de la Nación Guaraní de Bolivia, que asume la cartera de Género dentro de la Junta Zonal de la Asamblea del Pueblo Guaraní zona Yaku-Igua.
En ese éxodo juvenil, es donde todo «se va perdiendo, se van aculturando. Es una desventaja grande para nosotros», apuntó.
Estas políticas públicas son uno de los reclamos de los agricultores familiares para esta COP28, además de la financiación, sobre todo, dedicada a la tecnología. Los tres expertos coinciden en que esa financiación está llegando, ya que con «poco hacen maravillas», aunque necesitan más y de forma más directa.
Los aliados de la seguridad alimentaria
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ha dejado claro en sus informes que la agricultura familiar es un sector clave para lograr la erradicación del hambre y el cambio hacia sistemas agrícolas sostenibles en Iberoamérica y el Caribe y también en el mundo.
Llama a estos pequeños agricultores los «aliados de la seguridad alimentaria» en una región en la que el 80 % de las explotaciones pertenecen a la agricultura familiar, lo que incluye a más de 60 millones de personas, convirtiéndose en la «principal fuente de empleo agrícola y rural».
En este contexto, las emisiones de metano, el segundo gas de efecto invernadero más abundante, es uno de los principales problemas de la agricultura y la ganadería, y en la COP28 está siendo ampliamente abordado con el fin de imponer un calendario de reducción.
Precisamente, en un informe de la FAO presentado en la cumbre de Dubái, se expuso que la ganadería vacuna emite 3,8 gigatoneladas de CO2 al año, lo que comprende el 62 % de la emisión total de Gases de Efecto Invernadero (GEI) de este sector a la atmósfera.
«No nos preocupa que el metano desaparezca completamente, porque venimos trabajando con nuestros agricultores para hacer esa transición a una agricultura sostenible y dejar de hacer una agricultura convencional con agrotóxicos», subrayó Coto Hernández.
Otro gran problema al que se enfrentan es el de los monocultivos, la práctica agrícola de cultivar un único tipo de planta en toda una área determinada, que para estos expertos no es amigable con la Naturaleza.
«Eso es algo que también se está extendiendo en Mesoamérica. Es un gran problema», aseveró el agricultor salvadoreño, que agregó que, por ejemplo, el monocultivo de la caña se queda en las tierras planas, lo que desplaza al agricultor a las laderas, donde la tierra «es un poco más mala»